Por Luciana Gallegos

Estos productos comunicativos han sido escritos por profesionales costarricenses que han participado en el Laboratorio de crítica cinematográfica del CRFIC. Las opiniones aquí reflejadas son exclusivas de los críticos y no necesariamente representan la posición del festival.

“Nunca he sentido que solo estaba ahí sentado, pasivo, mientras una película me sumergía como una oleada, y que yo emergía o recuperaba mis sentidos hasta el instante en el que las luces de la sala se encendían nuevamente”. Esa frase la escribió Martin Scorsese, quien no tiene nada que ver con Blind Spot, primer largometraje de Tuva Novotny, actriz y directora sueca. Al reseñar Silence (Scorsese, 2016), el novelista y crítico literario Adam Mars-Jones afirmó que la literatura le permite a cada lector colaborar con la autora para producir imágenes, mientras que en el cine la relación es más unidireccional: el director le entrega imágenes al espectador-receptor, cuya vida está “suspendida” durante la duración de la película. Scorsese no dejó pasar la oportunidad para defender el cine: el espectador también es una figura activa que “colabora” con el cineasta, respondió. Por eso no es sorprendente que puedan surgir innumerables análisis y experiencias divergentes en relación con una misma película. Y que nuestra propia percepción cambie: “Regresamos [a las obras] en distintos momentos de nuestras vidas y vemos las cosas de forma distinta”.

Ya antes de ver Blind Spot por primera vez conocía un suceso importante en la trama, y sabía que la totalidad de la película era un plano secuencia: una sola toma, sin cortes, que nos presenta los movimientos de la cámara y los actores en “tiempo real”. No es inusual que al observar un plano secuencia extenso sean recurrentes ciertas dudas admirativas o desconfiadas. Por ejemplo: ¿cuántos intentos fueron necesarios para obtener la versión final? En el caso de Blind Spot, se realizaron tres rodajes en total, dos que le agradaron a la directora, quien finalmente eligió el resultado del tercero. Otra duda usual es: ¿cómo lograron evitar un corte en este punto? En Blind Spot se muestran varios cambios de escenario que provocan justamente ese tipo de inquietud. Luego de que Tea (Nora Mathea Øien) se hace daño a sí misma, su madre Maria (Pia Tjelta) se traslada de su apartamento hacia el exterior, luego a un carro, a un hospital, de nuevo a un vehículo y de regreso a su apartamento. “Todo fue en tiempo real —indica Nuvotny—, solo pegamos dos o tres cuadros cuando las dos grabaciones se superponían”. Para lograrlo, la directora comenta que cada rodaje se realizó de forma simultánea con dos cámaras —una en mano y otra con steadicam— y dos sonidistas.

Más allá de cómo fue realizado, el plano secuencia en Blind Spot contribuye a crear una experiencia continua de tensión, particularmente en los minutos inmediatamente después del suceso clave del largometraje: el intento de suicidio de Tea. A partir de ese momento, a quien vemos más es a Maria. Por más de media hora, la cámara permanece dirigida hacia ella, desesperada frente a la condición crítica de su hija adolescente. No hay cortes o movimientos de cámara que ofrezcan una pausa del sufrimiento visible, ni música que compita con el angustioso sonido ambiente. Además, la continuidad de la toma nos “obliga” a padecer varias esperas. En una escena, por ejemplo, la cámara graba desde los asientos traseros de un auto. Uno de los asientos delanteros está ocupado por Maria y afuera, más adelante, va la ambulancia que lleva a Tea al hospital. Con Maria, debemos esperar los minutos que dura el viaje. (Inicialmente, Nuvotny había imaginado que tanto la mamá como el abuelo acompañarían a Tea dentro de la ambulancia, hasta que asesores paramédicos le indicaron que eso en realidad no está permitido en Noruega. Los familiares de las personas en situaciones de emergencia son llevados al hospital en un vehículo aparte.)

Tanto por los asuntos que expone —el dolor, la confusión e incluso el posible autorreproche de quienes enfrentan comportamientos suicidas de una persona querida— como por la forma en que los maneja, Blind Spot puede ser un largometraje agotador. La segunda vez que lo vi, los minutos en los que la cámara se concentra casi exclusivamente en Pia Tjelta me parecieron aún más conmovedores y, al mismo tiempo, por angustiantes, más difíciles de presenciar. Parte de las secuencias que se desarrollan en el hospital, cuando se suma el padre de Tea (Anders Baasmo Christiansen), me parecieron algo “excesivas” en una segunda ronda. Quizá la primera vez estaba más concentrada en imaginar las coreografías necesarias para el plano secuencia, pensé, y por eso me distancié un poco de las actuaciones y los diálogos. Es difícil explicar nuestra percepción con certeza. Reacciones emotivas, momentos de distracción, incomodidades del cuerpo por estar tensa o sentada mucho rato, valoraciones formales, la conciencia de ser una espectadora, asociaciones personales: las películas más apreciables no “suspenden” nuestra vida. La agitan.

 

País: Noruega

Año: 2018

Título original: Blindsone

Dirección: Tuva Novotny

Etiquetas: 
7CRFIC, Crítica