Por Yoshua Oviedo

Estos productos comunicativos han sido escritos por profesionales costarricenses que han participado en el Laboratorio de crítica cinematográfica del CRFIC. Las opiniones aquí reflejadas son exclusivas de los críticos y no necesariamente representan la posición del Festival.

“El tema de mi vida son los pobres. El Tercer Mundo no es un término geográfico y ni siquiera racial, sino un concepto existencial”
Ryszard Kapuściński, Lapidarium

El periodista, fotógrafo y escritor polaco Ryszard Kapuściński (1932-2007) dedicó gran parte de su vida a retratar y describir el Tercer Mundo, a darle una voz a las personas que lo habitan. En 1958 viajó por primera vez a África, continente que se encontraba a las puertas de las luchas contra la colonización: “1960 fue el año de las independencias: diecisiete países […] africanos obtuvieron la libertad. Pero aquellos eran también los años de la guerra fría…” (Kapuściński, Los cínicos no sirven para este oficio).

Angola, en particular, libraría una guerra de independencia de Portugal de 1961 a 1974; luego, una cruenta guerra civil que se extendió de 1975 hasta el 2002. Kapuściński solo estuvo tres meses durante el conflicto civil y en 1976 publicó Un día más con vida, libro en el que describía a detalle la situación del país africano.

A partir de ese libro, el español Raúl de la Fuente y el polaco Damian Nenow emprendieron la tarea de adaptarlo al cine. Cerca de 10 años tardó en concretarse, pero, finalmente, en el 2018 estrenaron su ópera prima que lleva el mismo título que el libro.

Un día más con vida, la película, es un docuficción que mezcla imagen real con la animación. Lo referente al libro de Kapuściński está animado al estilo cómic, con colores muy expresivos y un trazo preciso. Las secuencias tienen mayor ritmo y permiten mostrar al reportero ya fallecido y la reconstrucción de la época. Por su parte, las secuencias en imagen real están compuestas por archivos históricos y metraje que los directores realizaron con sobrevivientes de la guerra, quienes, además, conocieron al periodista. Esto funciona como contrapunto al pasado y permite reflexionar desde el ahora sobre los hechos narrados.

El filme parece por momentos una aventura imposible, un thriller periodístico con elementos de neonoir, con Kapuściński como un héroe a prueba de balas en una clara idealización de la persona. Los directores lo muestran como un ser casi perfecto, intrépido, comprometido con los desfavorecidos, tenaz; se puede decir que abusan de este retrato y no exploraron más a fondo la psicología de esa persona que vivió entre guerras, muertes, motines y experimentó muchos de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

Por otro lado, la virtud del filme radica en la manera dinámica en la que trasladan a imagen la “confusión” de la que hablan los personajes, ese estado de aturdimiento, cuando se sabe que la historia está cambiando, pero se desconoce qué sucederá. En especial, se destacan las secuencias surrealistas en las que se refleja la angustia de los personajes y el sentimiento de desintegración.

El espectador acompaña al protagonista a través de un país sumido en el caos, donde se dan enfrentamientos entre facciones radicales: el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), con el apoyo de Cuba y la URSS; contra la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), ayudados por EE.UU. y Sudáfrica.

En el camino habrá muerte, pero también historias particulares, personas carismáticas que revelan otro lado del conflicto. Es precisamente este aspecto humanista y político, mezclado con un aire literario, lo que le dio fama al escritor polaco, y los directores lo trasladan de buena manera a la pantalla. Noches de juergas y fiesta yuxtapuestas a escenas con disparos, explosiones y muerte: la “confusión”.

La animación por medio del motion tracking brinda la oportunidad de revivir un periodo histórico, de una forma muy diferente a la que sería mediante una filmación de época. La animación resuelve problemas en términos de producción, pero también revela una vía artística cada vez más usada para explorar este tipo de historias, como lo hicieron Anca Damian (Crulic, 2011; La montaña mágica, 2015); Ari Folman (Vals con Bashir, 2008); o Ali Samadi (The Green Wave, 2010), por citar unos ejemplos. Y, de cierta manera, en el caso de Un día más con vida se amalgama a la perfección con la figura de Kapuściński.

A través de los segmentos con los sobrevivientes, se rememora de forma diferente. En la voz de Farrusco, Arthur y Luis Alberto, todos sobrevivientes de esa época, se siente el peso de la nostalgia, el cuestionamiento existencial de si valió la pena su lucha; en los ojos de Carlota, en las imágenes de archivo, se aprecia la convicción de una era y un aire de ingenuidad.

Muchos años después de esa primera estadía en Angola, Kapuściński recordaba en sus conferencias que aquella era una época sin internet, sin celulares; la noticia había que encontrarla y él cubría todo el continente africano. Era una época analógica, se escribían a mano las entrevistas, se llevaba una cámara portátil y se enviaban telex para comunicar a las redacciones de prensa. “El periodismo cambia la historia”, dijo en un momento, y la película muestra cómo él tomaba decisiones que inclinaban la otra batalla que se sucedía: la de la información.

Existen muchos libros y estudios sobre los acontecimientos históricos del siglo XX. Sin embargo, ahora, en la era digital y de la sobreinformación, pocos leen. Por ello, destaca el trabajo de Nenow y de la Fuente, porque encuentran una forma de revivir el pasado, de dar a conocer una tragedia; lo hacen por medio de la tecnología y, en el proceso, rindieron homenaje al cronista del Tercer Mundo.

País: Polonia-España-Alemania-Bélgica-Hungría

Año: 2018

Título original: Another Day of Life

Dirección: Raúl de la Fuente, Damian Nenow

Etiquetas: 
Crítica, 7CRFIC